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Guatemala: viaje al corazón del mundo Maya

  • f | mdv
  • 15 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

Amanecer desde el Templo 4. Tik'al, Guatemala

Después de dos semanas de recorrer los caminos por aire, tierra y agua, la memoria estalla de fotos y el alma de recuerdos. Tres mil kilómetros, siete mujeres, paisajes, templos, arena, sol; más que un viaje: una experiencia de vida al corazón de la tierra Maya.

Existen diferentes maneras de viajar y esta fue sin dudas una vez más: inolvidable. La aventura comenzó para mí ¿diez días? antes del vuelo. Después de una charla con Cecilia -amiga, hermana, prima- decidí sumarme como fotógrafa al viaje organizado por la agencia de turismo "Namaste" que Ceci dirige con tanta pasión. Pasaporte en mano, equipo y valija, llegué a Ezeiza a las dos de la mañana y aterricé en el caribe con hambre, sueño y los gigas suficientes para guardar la explosión de colores guatemaltecos.

Siete mujeres, futuras amigas del trip

Dicen que el espíritu se cultiva, que las semillas contienen al bosque y que de nosotros depende florecer, liberar la magia o desvanecer. Con el correr de los paisajes, llegamos a la conclusión de que el tiempo dejó de existir al tercer día. Saltamos de lugar en lugar, dormimos en medio de la selva de Tik'al, con luz eléctrica y Wi-Fi fraccionados por horas, suficiente para cargar los teléfonos, subir un par de historias y hablar de amor. Vimos delfines camino a Livingston, tierra de Garifunas con ritmo, color, de esos lugares para quedarse a sentir el espíritu local.... Recorrimos el mercado de Chichicastenango, las iglesias, los bares, cruzamos a Honduras, conocimos Belice, regresamos a Guatemala, aprendimos a hilar en las tejedurías de San Juan, escuchamos los chistes de Fer, nuestro guía local, viajamos con Víctor, el as de los caminos repletos de curvas; sentimos el fuego, los perfumes, los aullidos de los monos y jaguares, los cientos de pájaros, las estrellas, la energía potenciada en cada ritual de la sacerdotisa Carla.

Reímos. Lloramos. Bailamos. Cantamos. Saltamos al río, saltamos los miedos. Vimos cementerios, funerales, casamientos, nos hamacamos sobre el agua, confiamos una vez más, aprendimos unas de las otras y de nosotras mismas; a escuchar, a sentir más, a compartir almuerzos desparejos, cada una con sus gustos. Todas diferentes, cliché, todas iguales. A viajar por sentimiento, a elegir por instinto, a vibrar por conexión.

Nuevo año

El viaje comenzó en noviembre y se consagró con la bienvenida del año nuevo Maya correspondiente al seis de diciembre pasado. Otro ciclo de doscientos sesenta días listo para aventurarse y aprender de cada nawal, símbolo sagrado correspondiente a la energía, espíritu y elementos de la naturaleza, vinculados a un significado diario de aquello para trabajar, vivenciar y crecer cada uno de nuestros días.

Y así continúa este viaje, junto a la vida. Una vez más, la cámara fue más que un instrumento: canal de apreciación de aquello que sucede suave y constante; proyección de los colores, el agua, incluso hasta de los sonidos, todos etéreos, eternos, brillantes. Guatemala es un destino multiétnico, "cabal", profundo, las raíces de los árboles asoman sobre el suelo, salen entre las plantas, se confunden con los templos y guardan los susurros de la historia, aquella que aún se escribe y de la que ahora también, somos parte.

A Gabi, Bea, Ro, Ali, Grace, Ceci, Cecilia y a Namaste Viajes Espirituales.

Gracias por permitirme vivir este viaje; les comparto algunas de las fotos que nos llevamos de esta aventura...

Florencia.-

Para conocer los próximos destinos...

https://ve.namaste.tur.ar/

 
 
 

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